Reparar a la Unión Patriótica
Por Antonio Sanguino |
Tenemos
suficientes razones para sentir vergüenza ante el mundo. Una de ellas es el
genocidio de la Unión Patriótica. Una sociedad que permita la eliminación a
sangre y fuego de un movimiento político tiene pocos motivos para
enorgullecerse. Paradójico que la UP concebida como un instrumento de paz
terminara en un baño de sangre. Fundada en 1985 en el marco del fallido proceso
de paz entre el Gobierno Betancourt y las FARC, buscaba ofrecer un mecanismo de
participación política legal para cuando esta organización guerrillera firmara
la paz.
Pocos casos similares se
pueden enumerar. Seguramente las sangrientas dictaduras militares de
Centroamérica y el Cono Sur. Pero en democracia es difícil encontrar una fuerza
política a la que hayan asesinado dos candidatos presidenciales, ocho
congresistas, trece diputados, setenta concejales, once alcaldes y tres mil
quinientos militantes y activistas. Un verdadero genocidio puesto en
conocimiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cometido por una
alianza criminal de agentes del Estado, grupos paramilitares, bandas de
narcotraficantes, empresarios agrícolas y políticos tradicionales. Un
torbellino de razones se trenzó en esta matazón. Pero el investigador Mauricio
Romero en su trabajo “Autodefensas y Paramilitares” defiende la hipótesis de
que fue una ofensiva contra las reformas derivadas de la paz de los ochentas. Ampliación
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