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Criticar la búsqueda de paz es ridículo: Horacio Serpa

Horacio Serpa
El candidato al senado, Horacio Serpa Uribe, pronunció un  elocuente discurso en su lanzamiento "Lo que importa es Colombia".
Expresó que no se puede criticar el proceso de paz, sin caer en la ridiculez y destacó la seriedad con que el gobierno del presidente Santos está desarrollando ese proceso en busca de un mejor mañana para los colombianos. Los términos de la alocución en el siguiente texto:
Señoras y señores:
Los invitamos para pensar en Colombia. “Pero si nos la pasamos pensando en Colombia”, dirán ustedes. “Pensamos, hablamos y hasta discutimos de la economía, de la paz, del fallo de La Haya, de la delincuencia, de todos esos temas que se han vuelto de obligatorio análisis”, insistirán algunos. Y otros recabarán: “Como será que algunos hasta pelean y se matan por todas estas cosas”.
¡De acuerdo! Nos la pasamos comentando sobre los asuntos que se viven y se sufren en el País. Nos gusta opinar y cada quien, sobre cada tema, tiene sus propias impresiones y sus personales criterios. A veces nos acaloramos y reclamamos porque no hay soluciones, porque se recorren caminos equivocados, porque hay desatención, pereza, negligencia o porque definitivamente los asuntos se atienden equivocadamente. Uno de los temas que más se critica, con razón, es el de la corrupción. Otro, la violencia. Lo malo, lo feo, lo inconveniente, lo abusivo, son, como se dice, “nuestro pan de cada día”.
No todo es malo, claro. Hay aspectos positivos, resultados gratos, adelantos notables, pero es comprensible que nos preocupemos más por lo que falta, que por lo que  tenemos.
Pero cuando pensamos en esos problemas solo los enfocamos en el interés individual. Nuestra preocupación no va más allá de lo propio. No nos desvelamos por el conjunto. Pensamos, replicamos, examinamos, hacemos observaciones sobre lo que ocurre, pero cada quien según lo siente en persona, según su personal interés. Poco tenemos en cuenta lo que piensan o lo que pasa a los demás. Claro, hay controversias, discusiones, debates, pero en cada uno de ellos cada quien propone y defiende lo suyo, lo nuestro y punto. Nada más.
Somos el país de los foros. En ellos se presentan abundantes argumentos, muchas razones, inteligentes planteamientos. Todos hablamos, decimos, replicamos y proponemos, pero no oímos a los demás. Llegamos con nuestros conceptos y salimos con ellos. En ninguno de esos eventos a los que he asistido últimamente  he visto que se haya logrado una única conclusión. Solo nuestra verdad y nuestras razónes, propias, únicas,  incanjeables, inabordables. Nunca nos ponemos de  acuerdo en nada. Nos creemos  infalibles y lo nuestro es lo legítimo, lo genuino, lo auténtico, lo verídico, lo irrefutable.
Andamos cada cual por nuestro lado, luchando lo nuestro. ¿Así podremos algún día encontrar el bienestar, la convivencia, la paz que echamos de menos? Lo dudo. Las sociedades que lo han logrado envían un mensaje aparentemente fácil de cumplir: “Todos empujen la carreta del mismo lado”. Parece sencillo y lo podríamos hacer si todas y todos compartiéramos un lugar común.
Lógico, ¿verdad? ¿Pero existe ese lugar común? Lo que le conviene a los ricos no le sirve a los pobres; lo que le gusta a los negros no le atrae a los blancos; en la costa no piensan igual a los del interior; los jóvenes tienen inquietudes y sensaciones diferentes a las que tenemos los mayores; las mujeres no comparten todos los espacios de los hombres, ni al revés; las religiones son distintas, los partidos políticos son diferentes.
No nos ponemos de acuerdo ni en nuestros orígenes, ni en nuestra historia. En el aeropuerto de Palonegro, cerca a Bucaramanga, hay dos agencias de turismo: una cuenta la terrible batalla de la guerra de los mil días ganándola los conservadores y la otra echa el cuento  ganándola los liberales.
Así no se puede. Pero ese lugar común existe y se llama Colombia. En ella cabemos todos, para lograr la paz, tener salud oportuna y de calidad, conseguir empleo y bienestar, luchar contra la corrupción, gozar servicios públicos adecuados, recibir pronta y cumplida justicia. Todo se puede alcanzar, para todos. Con las mismas autoridades, iguales normas, idéntica constitución.
¿Es posible, siendo tan diferentes? Claro que sí. Se requieren unos puntos de acuerdo y unos criterios para tramitar, por las buenas, los desacuerdos.  Y voluntad política para cambiar. Hace años  nos lo dijo Albert Einstein: “Si quieres que las cosas cambien, no hagas siempre lo mismo”.
Para llegar al lugar común tal vez nos estimule otra frase célebre que muchas veces hemos leído pero poco practicado. La del Presidente Kennedy “No te preguntes que puede hacer tu país por ti; pregúntate tu que puedes hacer por tu país”.
No es acabar con las diferencias, ni con los partidos políticos, ni buscar que todos pensemos igual. Es imposible. Se trata de hacer un esfuerzo para pensar y obrar en el mismo sentido cuando sintamos  que le sirve a Colombia. Si le conviene como nación, como país, como Estado, nos servirá a todos. Colombia es lo que importa.
Reflexionemos sobre la paz. ¿A quién perjudica vivir en paz? A nadie. A todos beneficia. Entonces, todas y todos a luchar por la paz.
No ocurre así, por desgracia. Se está realizando un procedimiento para lograr acuerdos que pongan fin al enfrentamiento armado y que las Farc abandonen las armas y se integren a la vida democrática. Hay oposición porque no todos estamos pensando en Colombia. Hay quienes insisten en continuar los enfrentamientos, con sus secuelas de destrucción y muerte. Absurdo. Tuvieron ocho años para demostrar la certeza de sus argumentos y no lo lograron. Solo muertos, más desempleo, hasta llegar a ser uno de los países más desiguales del mundo. Por consiguiente, uno de los más desdichados.  
Como le conviene a Colombia, propongámonos luchar por la paz. No la que cada quien se imagine, sino la que se negocia en La Habana. Esa es la única que puede salir adelante o se puede malograr. Hay muchas intervenciones de buena fe, presentadas con el ánimo de que se logre una paz sublime. Son teorías, buenas intenciones, pensar con el deseo, lo cual a estas alturas no tiene razón de ser. No hay una paz ideal. No hay una paz para cada quien. Lo que puede convertirse en paz es lo que negocia con las Farc la comisión que preside Humberto de la Calle.
En este tema hay opiniones cocinadas en leche de la mala. Son mentirosas, malintencionadas. Buscan obstruir para tener discurso político y sacar provecho electoral. No les conviene la paz. Pero las conversaciones van bien y es de esperarse que en las próximas semanas se sigan alcanzando satisfactorios acuerdos.
No es cierto que se vaya a hacer la paz a cualquier precio. No es verdad que los guerrilleros seguirán armados después de los acuerdos. Tampoco que todos, sin análisis, por decreto, vayan a ocupar escaños en los cuerpos colegiados. Tampoco ocurrirá que puedan hacer política financiados por actividades del narcotráfico. Ni que se vayan a exculpar los crímenes de lesa humanidad. No es verdad que la guerrilla vaya a imponer una revolución por acuerdos  ni que en la Habana se esté fraguando la implantación de un sistema Castro-Chavista para someter a los demócratas colombianos. Hay que tener fiebre alta para atreverse a esgrimir tales argumentaciones.
Es increíble que altos funcionarios y dirigentes políticos con amplia experiencia en lo público se empeñen en empedrar el camino hacia la paz con sofismas y calumniosas afirmaciones. No aceptan que esté Colombia primero que sus intereses políticos y personales.
No se puede criticar a Santos por haber iniciado diálogos de paz con las Farc, sin caer en lo ridículo. Dicen sus impugnadores del Centro Democrático, un movimiento político que cambió lo puro de su nombre por el apellido de su caudillo, que Santos los traicionó cuando decidió reconocer la existencia de un conflicto armado en Colombia. Extravagante y grotesco. Pensaban tener un presidente marioneta, sin capacidad de gobernar. Como dice la sabiduría popular: “les salió el tiro por la culata”.  Santos cumplió con su consciencia, con el querer del pueblo y con la Constitución Nacional.
La negociación es un mecanismo imperioso que seguiremos apoyando. Volviendo a recordar a Kennedy, dijo: “No hay que negociar con miedo; pero no hay que tener miedo de negociar”.
Invito a todas y a todos a que pensemos como será un país sin guerrilla. No es fácil porque nunca hemos vivido en paz. Mi caso personal es que de niño conocí la violencia partidista de la mitad del siglo pasado y de joven comenzó la subversión, que no ha concluido Nadie en este país ha vivido en paz. Atrevámonos a imaginarnos lo que sería no tener guerrilla.
Por lo menos 10.000 millones de dólares menos ( 2.5 del Pib) en gastos de defensa nacional. Miles de dólares y de pesos en inversiones que hoy no se hacen por los temores de la guerra. No asaltos, no secuestros, no miedos. La fuerza pública brindando seguridad en las ciudades. El país con buenas carreteras, la política ejercida con responsabilidad, más gente con empleo, el campo prosperando y los  campesinos con ingresos, seguridad social y bienestar, los jóvenes con más oportunidades de estudio y niñas y niños gozando de la atención que merecen. Una sociedad con valores éticos y espirituales, con la carreta en movimiento porque no hay fuerzas contrarias que la atajen en su rodar a la prosperidad general.
Será más, mucho más. Los beneficios de la paz no tienen límites ni barreras lo que ganaremos en posibilidades, en oportunidades, en crecimiento económico, en desarrollo social, en equidad.
Se puede apoyar la paz desde todos los ángulos de la cuestión partidista. La solidaridad que se le brinde será por Colombia. Ya sabemos que eso es lo que importa.
Desde luego nadie puede ser tan ingenuo como para pensar que la paz nada tiene que ver con la política.  La paz es, ante todo, un asunto político. Y aun cuando muchos quieran pensar que lo que ocurra en Cuba no debe tener ninguna relación con las elecciones del año entrante, la va a tener. No será la primera vez. Desde 1.982 el tema de la paz, o el problema de la guerra, como se quiera llamar, ha influido en los resultados electorales. Quiérase que nó, en el actual proceso se van a enfrentar la guerra de Uribe con la paz de Santos.
Los dos, por cierto, estuvieron en el Partido Liberal. Cada uno en su estilo, en sus palabras, recuerda su pasado liberal y hace ostentación de su compromiso con la filosofía y el pensamiento del partido de Gaitán.
Uno no sabe si sea tan así. Por mi parte, declaro con énfasis que me gusta más el liberalismo a lo Santos, que el liberalismo a lo Uribe.
Santos está cumpliendo la consigna liberal de  lograr la paz para todos los colombianos.
Santos es un demócrata. Su espíritu liberal se conoce en el respeto a los derechos ciudadanos, a los opositores, a la crítica. Santos no persigue a sus contradictores, ni los chuza, ni les cierra los espacios políticos.
Santos se impuso la tarea de propiciar substanciales reformas en el campo y todo el sector agrario. 
Santos respeta los mandatos de la Corte Constitucional sobre el aborto; acoge los principios de la libre personalidad; respeta la libertad de prensa, la igualdad de género, la libertad religiosa, la inclusión de las etnias; Santos practica el respeto a la diferencia.
Santos ha demostrado querer propiciar equidad e igualdad entre los colombianos. Sus políticas para crear empleo han sido exitosas y la vivienda para los pobres son una realidad. Las inversiones en infraestructura vial no tienen precedentes, y ha sido notable su preocupación por modernizar al país y tratar de que se le ubique bien en el escalafón de los países más respetables y competitivos del mundo.
El Presidente acaba de plantear su reelección y ha invitado a los partidos integrantes de la Mesa de Unidad Nacional a que lo respalden. Los liberales vamos a pronunciarnos el domingo venidero y desde ya se vislumbra que lo acompañaremos en su lucha por la reelección.
Agrada esa posibilidad. En Santos vemos a un gobernante serio, constructivo, preocupado por acertar. Haberse opuesto de frente a los designios de su malgeniado mentor, nos indica que es de los nuestros, es decir, de los que consideramos con firmeza que lo que importa es Colombia.   
El Director del Partido ha observado con satisfacción que Santos está gobernando con ideas y talante liberales. Su reelección será la antesala del regreso del liberalismo al poder en el 2018. Registro con satisfacción que ha estado bien encaminado el liderazgo del doctor  Simón Gaviria.
Como en el dicho, a Santos le tocó bailar con la más fea. No ha sido fácil reparar errores, establecer parámetros para lo social, prodigar esfuerzos para reconciliación, para incluir, para acabar los odios, las venganzas, la corrupción y toda esa herencia maldita que según el Presidente del Congreso Juan Fernando Cristo tuvo que recibir sin beneficio de inventario.
Comparto, empero, la opinión de los que reclaman que no sea un simple contrato de adhesión, sino un compromiso por Colombia.
----- En primer lugar, desde luego, la convivencia, incluyendo al Eln. Para ratificar los acuerdos cabe la Consulta Popular con una Constituyente de elección popular convocada para reunirse cinco años después.
----- En salud, asumir la construcción de un nuevo Sistema Nacional, en el que prime la prevención, la promoción, una consagrada y eficaz atención a los enfermos, la estabilidad y justa retribución al personal de la salud, la eliminación de los indebidos aprovechamientos económicos y acabar con las especulaciones financieras. Tal como se ha venido tratando en la Sociedad Económica de amigos del País.
----- La reforma a la educación, con énfasis en la superior, para mejorar su calidad, ampliar cobertura, abaratarla en lo público y vigilar los costos de la privada, buscando que la educación se vuelva el principal instrumento de lucha contra la desigualdad.
----- La reforma a fondo de  la Justicia no da espera. El señor Ministro de Justicia anunció un proyecto para Marzo, que debe liderar el liberalismo.
----- Apoyar la inversión pública y privada, respaldar el crecimiento económico con resultados sociales, ser solidarios con la empresa y sus desarrollos, ofrecer seguridad jurídica, facilitar sus emprendimientos, propiciar el mejoramiento del talento humano, proporcionarles servicios, infraestructura y seguridad.
----- Abaratar el costo de vida debe ser un compromiso. Gasolina, matrículas, medicamentos, servicios públicos, vivienda, transporte, todo aquí es más caro que en el resto de los países de igual nivel. El salario mínimo se queda corto para atender los mínimos vitales y sus reajustes anuales nunca corresponden a los requerimientos sociales.
----- Si los resultados en empleo han sido saludables, hay que hacer esfuerzos para mejorarlos. En concordancia con el punto anterior el liberalismo debe retomar sus planteamientos sobre precios y salarios.
----- Los servicios públicos deben ocupar lugar de prioridad en las preocupaciones del gobierno y en los compromisos del liberalismo. Calidad, continuidad, precio, acceso, con subsidios que beneficien a los estratos débiles económicamente. Hay que cuidar el agua como patrimonio esencial y proporcionarla sin costo  a los pobres.
----- La seguridad en las ciudades es un reto, para superar las bandas criminales, el pandillismo, el microtráfico, el matoneo, la violencia contra la mujer y la protección a la niñez. No es mucho pedir que se cumpla la Constitución Nacional en cuanto “los derechos de los niños están por encima de los derechos de todos los demás”.
----- En descentralización vamos para atrás, como el cangrejo. No se ha reconocido la autonomía de las Entidades Territoriales, como lo obliga la Constitución y ni pensar en que se puedan organizar regiones. La ley Orgánica de Ordenamiento Territorial solo dejó disgustos y frustraciones. Este punto esencial es una bandera liberal que ha venido agitando con coraje el exministro liberal Eduardo Verano de la Rosa. 
----- Se requiere una gran reforma electoral. No hay lealtades, el transfuguismo que en otras latitudes es sinónimo de felonía aquí es símbolo de audacia y certificado de inteligencia política. El costo de la política es enorme e injustificado. La vinculación partidista no implica ninguna clase de seriedad, de permanencia, de compromiso programático. El fin de las ideologías que pronosticó Fukuyama llegó por el camino de la mercantilización de la política. Propongo voto obligatorio, listas cerradas para las Corporaciones y la creación de la Rama Electoral del Poder Público.
Hay un tema que escandaliza con solo nombrarlo. El pueblo no reclama una revolución violenta para eliminar la propiedad privada, acabar la libre empresa y nacionalizar los instrumentos de producción. No cree en eso pero exige cambios. Un sacudón que nos permita vivir en paz, sin inequidades, con bienestar, con dignidad. Octavio Paz, quien no fue ningún extremista, dijo con enorme realidad a la caída del imperio soviético: “Las respuestas fueron inapropiadas y perjudiciales, pero las preguntas siguen  vigentes”.  
Para responderlas con acierto es necesario hacer una revisión de fondo al  actual modelo de desarrollo económico, que genera inequidades, favorece en exceso al capital, lo concentra inconvenientemente e impide que haya una adecuada redistribución de los ingresos.
Se impone, por ejemplo, una revisión del Estatuto Tributario, modernizándolo y haciéndolo progresivo. También es un ejemplo el caso del campo, del campesino  y de la situación agraria, que requiere reformas substanciales e integrales. .  
Como próximo Senador de la República, me comprometo a respaldar todas estas iniciativas liberales.
Por supuesto me empeñaré en ser diligente, activo, responsable, cumplido, correcto. Algunos de ustedes se estarán preguntando, ¿será que Serpa a estas alturas podrá hacer todo eso? Les cuento la siguiente anécdota. Cuando a Pablo Picasso le celebraron sus 90 años en París,  un periodista le preguntó si a su edad todavía podía hacer algo útil. El más extraordinario artista de la época moderna le contesto: “Le cuento que todavía pinto y fornico”. A mi que no me vayan a preguntar.
Seguramente el agite electoral no permita la necesaria discusión sobre el contenido del fallo de La Haya y las responsabilidades penales, administrativas, disciplinarias y políticas que se deduzcan, por lo que será urgente hacerla en el próximo Congreso. Insistiré en la publicidad de las actas de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores. El responsable no puede seguir pasando de agache.
El medio ambiente y la protección de la naturaleza comprometerán mi labor parlamentaria.
También estaré muy pendiente del sector pensional, de sus reclamos e inquietudes, de que se les respeten sus derechos, de que no se lesionen los derechos adquiridos.
El Estado y la sociedad han olvidado a sus maestros. En pro de su notable labor estaré pendiente de sus inquietudes, propuestas y reclamos.
En 20 años el Congreso Nacional no se acordó, o no pudo, o no quiso expedir el Estatuto para la Oposición, según requerimiento de la Constitución. Es uno de los puntos acordados en Cuba, acerca del cual estaré muy pendiente.
Lo mismo digo sobre el Estatuto del Trabajo, muy importante para garantizar estabilidad y dignidad en el sector laboral. Propugnaré por las buenas relaciones obrero-patronales, que deben ser respetuosas, equitativas, orientadas hacia un objetivo común.
Colaboraré especialmente con el próximo representante Andrés Felipe Villamizar en la revisión del Estatuto Especial de Bogotá.
Asumo el compromiso de rendir cuentas. Anualmente y las veces que sea necesario daré informes y explicaciones de mi gestión  a todas y todos los colombianos
Uno de los compromisos principales de la labor parlamentaria es el control político. Declaro que ejerceré esta facultad con decisión, en procura del buen gobierno.
Fíjense qué cantidad de asuntos y de temas surgen cuando hablamos sobre el país. Si entendemos que es Colombia lo que importa, con absoluta seguridad encontraremos la fórmula de la convivencia, el desarrollo y el bienestar.
Ustedes dirán: “Siempre se dice lo mismo pero pocas veces se cumple. Hace años nos hablan de la paz, de mejorar educación y salud, de producir empleo, de acabar la corrupción, y miren en lo que estamos. Muertos, pobreza, escándalos por todos los lados y solo peloteras entre los políticos y entre los más importantes dignatarios del Estado”. Tienen la razón. Pero si lo que importa es Colombia, no nos podemos rendir. Hay que seguir luchando hasta tener éxito, hay que continuar proponiendo, tratando siempre de innovar, siendo agentes de cambio, de justicia, de entendimientos.
Steve Jobs, uno de los más grandes genios de la humanidad, sentenció lo siguiente: “Estoy convencido de que uno de los aspectos que más separa a los emprendedores de los que no tienen éxito, es la falta de perseverancia”. La sabiduría popular de los nuestros ya lo había señalado con un siglo de anticipación. “La constancia vence lo que la dicha no alcanza”.
Todas y todos tenemos sueños, sublimes a veces, como lo tuvo el doctor King. Como ustedes, yo también he soñado. Soñé en ejercer el poder público desde su más alta responsabilidad para luchar por la Colombia justiciera y en paz que he pensado desde niño. No fue posible. Es lo que pasa a diario en la política. Pero en cambio de enconcharme en la amargura como ocurre a algunos cuando las cosas no les salen como las han planeado, me dediqué a observar, a escuchar, a leer, a escribir y a pensar.
Mucho he pensado en estos últimos años sobre la vida. En mi caso sé que ha sido larga, pero se me ha pasado volando. Soy feliz con Rosita y la familia y lo soy también cuando aprecio lo grato que ha sido ejercer la actividad política.
También he reflexionado sobre la muerte y sus incertidumbres, lo que  me ha llevado a apreciar más la vida, a fortalecer mis afectos, a imponerme la obligación de ser siempre útil, a buscar la manera de ser realizador, de recuperar el tiempo perdido, de ayudar a encontrar soluciones, de no malgastar el tiempo en causas estériles.  
Es cuando comprendo lo importante que es Colombia. Estoy convencido de que por encima de banderías, de intereses económicos individuales, de dividendos políticos, de vanidades, de mezquindades, de sutilezas, lo que importa es Colombia. Hoy comprendo perfectamente por qué no es cierto aquello de que todo tiempo pasado fue mejor. El mejor es este, el del conocimiento, el de la información, el de la innovación.
Vivimos una época maravillosa, de adelantos científicos, de comunicaciones modernas, de internet y redes sociales, un mundo que está a la mano de todo y de todos. Es un mundo para saber más, para pensar distinto, para hacer las grandes transformaciones. Es el lugar que tenemos que apoyar desde los partidos, desde las religiones, desde las empresas, desde el entorno familiar. Para que valgan más los honestos, los virtuosos, los disciplinados, los que utilizan su liderazgo para crear, para innovar, para propiciar convivencia y equidad.
Comparto las fantásticas expectativas de la vida moderna. No salgo de mi asombro con lo que se inventa cada día. Lo que viene será extraordinario. Dentro de pocos años se venderán en las farmacias los órganos del cuerpo humano que cada quien necesite reemplazar, producidos naturalmente con un audaz tratamiento genético.  Nuestros niños comerán dichosos hamburguesas saludables fabricadas artificialmente. Ya debe haber más de un empresario acucioso preparándose para hacer urbanizaciones en la luna. Todo será maravilloso, bueno, nuevo.
Pero es muy importante que lo moderno, las innovaciones, los grandes desarrollos económicos, las facilidades de comunicación y movilidad, los inventos que seguirán asombrando a la humanidad acaben con la discriminación y con la pobreza. Ese es el gran reto. Que cada quien, cada familia, tengan lo mínimo que exige la dignidad humana. Todos podemos ayudar a conseguirlo. Los invito a buscarlo con tesón, a lograrlo como lo merecen nuestros compatriotas, a nunca dejar de considerar que lo que importa es Colombia.
Despidámonos trayendo de nuevo el pensamiento de Steve Jobs: “Ser el más rico del cementerio no es lo que más me importa. Acostarme por la noche y recordar que he hecho algo genial. Eso es lo que más me importa”.
 Queridas amigas y amigos: ¿No les parece que es genial comprometerse con Colombia? A mí, eso es lo que más me importa.

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